Cuando José Américo Montanini debutó el 16 de septiembre de 1956 con el Atlético Bucaramanga, con algunos kilos de más por la inactividad, y en un partido que se desarrolló en plena Feria de Bucaramanga, de la tribuna le gritaron “lleven a esa vaca para la feria”.
Él, todo un caballero y que siempre guardaba una sonrisa a flor de piel, no lo tomó a mal, de hecho, a la ‘Ciudad Bonita’ arribó sin ritmo de competencia porque en su natal Argentina, cuando jugaba para el poderoso River Plate, le rompieron el quinto disco lumbar en un cotejo contra Newell’s Old Boys del Rosario, que lo alejó un tiempo de las canchas.
Pero Américo era de esos pocos jugadores que fue tocado por los ‘Dioses del Fútbol’ para entregarle un talento excepcional, además de que como buen argentino poseía mucha garra, virtudes con las que compensó el no estar al 100% desde lo físico.
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Un par de minutos después del suceso con el aficionado, ‘La Bordadora’, remoquete que le puso el locutor y periodista Carlos Arturo Rueda C, emprendió carrera hacia la portería un par de metros adelante de la mitad del campo; protegió el balón como una leona a sus crías y antes de pisar el área dejó regados a varios rivales, sin que la pelota se le escapara un centímetro de la pierna derecha. Ya en su hábitat natural, el área, definió con un golpe sutil para convertir el empate 1-1 de Bucaramanga contra Deportes Tolima.
El máximo escenario deportivo de los santandereanos, que estaba colmado de aficionados debido a que por esa época el fútbol era creatividad, ingenio y poesía, explotó en júbilo por la anotación, sin entender que era testigo del bautismo goleador de un coloso.
Así fue el estreno del mejor futbolista del equipo ‘Leopardo’ en toda la historia y desde entonces nunca se cansó de anotar goles con una divisa y una ciudad que le quedaron tatuadas en la piel.
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Sus inicios fueron en el River Plate de Argentina de muy niño. El entrenador Carlos Peucelle lo vio gambetear con el desparpajo que solo tienen los ‘cracks’ a los ‘pibes’ de su edad y no dudó en acercarlo al equipo ‘Millonario’, club en el que depuró su técnica.
Técnica que, por ejemplo, le valió la comparación con su paisano Lionel Messi de un de sus compañeros de la época, Álvaro ‘El Pipa’ Solarte Lucumí (QEPD), quien le contó a esta redacción que “Américo, para los que no lo vieron, era lo más parecido a Lionel Messi, tomaba el balón en la mitad de la cancha y después nadie se lo quitaba”.
Alguna vez Hernán Peláez, reconocido periodista colombiano, sostuvo que era tan enorme el talento de Montanini, que después de tanto tiempo sin jugar logró acomodarse al fútbol colombiano y lo hizo con una manera única y particular para manejar la pelota.
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“Era un mago con el balón, además de gol, era un organizador nato”.
Cuando se habla de Américo, también fanático de las cartas, las pastas y el billar, entre otros pasatiempos que tuvo, es imposible regresar a ese tiempo de antaño, que con alegría nos hicieron revivir nuestros abuelos, de cuando el ‘10’ marcó 135 goles con el Bucaramanga, convirtiéndose en el máximo goleador de una institución a la que con un séquito de jugadores como Hermán ‘El Cuca’ Aceros, Marcos Coll, Miguel Ángel Zazzini, Roberto Janiot, Hugo Scrimaglia, Álvaro Solarte y Eugenio Casali, entre otros, consiguió dos terceros lugares, en 1958 y 1960.
A ese tiempo de antaño en el que conformó una linda familia con el amor de su vida, doña Gloria, y los tres mejores goles de su carrera: sus hijas Claudia, Marta y Gloria Isabel.
A ese tiempo de antaño en que Bucaramanga era protagonista y con sus mágicas jugadas despertaba la pasión de la afición.
El astro, considerado como el máximo ídolo en la historia del cuadro ‘Leopardo’, comenzó su carrera en el River Plate de Argentina, en donde muchos se asombraban por su talento y capacidad para tirar gambetas.
Montanini siempre dejó ver su cariño por River, elenco en el que jugó en sus divisiones menores, pero una dura lesión en su quinto disco lumbar estuvo a punto de privar a los aficionados del cuadro ‘Leopardo’ de conocer a su máximo ídolo.
Sin embargo, el fútbol y Felipe Stemberg, quien jugó en River, Atlético Bucaramanga y Millonarios, se encargaron de que Montanini, que estuvo casi dos años sin jugar en la década del 50, se decidiera por venir a Colombia.
Su llegada fue amor a primera vista con la capital santandereana, en donde vivió hasta el final de sus días, con un corto paso por América de Cali.
Ya en la capital santandereana, Montanini nunca dejó de lado a su querido River y, como es natural, a su amada selección Argentina, esa que se dio el gusto de ver ganar el Mundial hasta en tres ocasiones.
Primero vio a Mario Alberto Kempes liderar al equipo que entrenaba César Luis Menotti, en 1978, luego tuvo la alegría de ver a Diego Armando Maradona arrasar en el Mundial de 1986, en su segundo título, y posteriormente celebró con el trofeo conseguido en Catar 2022.
Muy especial fue para él este último título, que vivió junto a su familia y que lo emocionó totalmente.
“Un mes antes de iniciar el Mundial dijo que Argentina quedaba campeón. Es la primera vez que yo veía a tanta gente haciendo fuerza por Argentina, pero en el momento en el que quedó campeón, él (Américo) lloró de emoción. Él quiere mucho a su país”, contó Marta Montanini, hija de América, en entrevista con Tribuna Deportiva y esta redacción.
Su corazón nunca olvidó sus orígenes, ni con River, ni con la selección Argentina y tampoco con el Atlético Bucaramanga. El amor de Montanini por el fútbol será eterno, así como su legado en la capital santandereana.