Por primera vez la cita que cada cuatro años convoca a los aficionados (la audiencia de Rusia-2018 alcanzó 3.572 millones de espectadores, según la Fifa) se realiza en suelo árabe, en el Medio Oriente. Y por segunda ocasión aterriza en un país asiático con una extensión de 11.571 kilómetros cuadrados, luego de la realizada en 2002 cuando Japón y Corea del Sur, conjuntamente, asumieron la organización.
Otro componente que hace diferente a esta edición, la número 22 en la historia del certamen que nació en 1930, en Uruguay, es la época del año en que se realiza, pues las condiciones climáticas de Qatar hicieron que la fecha tradicional de mediados de año se corriera para noviembre-diciembre (la final será el 18, muy cerca de la Navidad).
Este cambio genera un gran interrogante sobre el nivel de juego que exhibirán los jugadores, porque no se sabe cómo responderán. “Hay muchas cosas extrafutbolísticas, pero jugar en noviembre y diciembre no es malo, pues inclusive los jugadores llegan en un buen estado físico, lo que esperamos derive en un buen nivel”, indicó el exmundialista colombiano Carlos Mario Hoyos.
El más costoso
La inversión de Qatar es la más alta de la historia, 220.000 millones de dólares, una cifra muy superior a la de las sedes previas, como Brasil-2014 (15.000 millones), Rusia-2018 (11.600 millones), de acuerdo con un informe de La República en el que se aclara que el país árabe aprovechó la coyuntura para mejorar su infraestructura con miras a 2030.
Este hecho permitió que, a diferencia de experiencias pasadas, cuando hasta última hora las sedes hacían retoques a los escenarios para cumplir su compromiso ante el mundo, los ocho estadios de Qatar estuvieron listos con antelación, con diseños que descrestan a los visitantes. Siete fueron construidos tras la designación de la sede en 2010 y uno remodelado, el Khalifa de Doha. El Lusail Iconic (80.000 espectadores), que albergará el partido final, después del Mundial y de la Copa Asia (junio-julio 2023,) se convertirá en un centro comunitario de viviendas, escuelas y hospitales, asegura el portal ferplai.com.
La mayoría de estadios, con aforo para 40.000 personas, disminuirá luego la capacidad a 20.000, puesto que Qatar es una nación de pocos habitantes (2,4 millones) y tiene una liga menor de fútbol. Los clubes más representativos son Al Rayyan, en el que jugó hasta hace poco James Rodríguez, y Al Wakrah.
A los qataríes les alcanzó hasta para construir en 12 años una ciudad-isla con motivo del Mundial. Se trata de Lusail, ubicada a 23 km del centro de Doha, donde hay residencias, tiendas de lujo y sitios de ocio.
Con todos estos ingredientes, además de la presencia de las potencias como Francia que defiende el título, Brasil, Argentina, Inglaterra, Alemania, España y Portugal, un vacío se siente entre la afición colombiana por la ausencia de su selección.
Se extrañará esa fiebre amarilla de la gente traducida en camisetas y atuendos alusivos a la Tricolor antes de los partidos, como sucedió en Brasil-2014 y Rusia-2018. Quizá haya tumultos en cafeterías, tiendas y almacenes de electrodomésticos mientras juegan los equipos favoritos, pero no con la misma emoción que les negaron sus ídolos a los colombianos.
Pero como dicen, Mundial es Mundial, y mientras se acerca el pitazo inicial el corazón se acelera para disfrutar de un mes de fútbol.