Jorge Enrique Robledo Ex senador de la República.
Con la elección de esta semana del Procurador, Gustavo Petro –como ocurrió con sus antecesores en la presidencia– se aseguró tener a tres de los suyos en la Procuraduría, la Contraloría y la Fiscalía, las llamadas “Ías”, con negativas consecuencias para el país.
Y la revista Cambio del 5 de agosto de 2022 explicó cómo fue que Petro, ese día y en su apartamento al norte de Bogotá, cuadró la elección de su contralor, luego de que Roy Barreras fracasara en esa gestión. Para ello logró que los voceros de los partidos liberal, conservador y de la U, al tiempo en que hablaban con él de sus ministros, aceptaran quitarle el respaldo a su candidata a la Contraloría y se pasaran a votar por el de Petro, Carlos Hernán Rodríguez.
Unos días después, los representantes verdes a la Cámara y los de Cambio Radical y el Centro Democrático también respaldaron el candidato de Petro a la Contraloría.
No es esta la primera vez que Petro ha elegido Procurador. Porque en 2008, siendo senador del Polo –y contra la opinión de Carlos Gaviria y la mía– votó por Alejandro Ordóñez, quien le pagó a Petro nombrándole a Diego Bravo Borda como Procurador Segundo Delegado ante el Consejo de Estado. Que luego Ordóñez le incumpliera al perseguirlo, en nada cambia que Petro intentó echárselo al bolsillo.
El día en que en un corrillo controvertimos con unos senadores liberales por su respaldo a Ordóñez como procurador, a pesar de su antiliberalismo, de uno de ellos aprendí de qué se trataba cuando se justificó diciéndome: “Lo único que no puede hacerse como senador es no tener procurador amigo, porque le fritan a uno a su gente”.
Entonces, la clase política colombiana, incluida la petrista, como se demuestra, necesita gente suya en las “Ías” para que les protejan sus burocracias, con impunidades absolutas o sanciones suavizadas o alargando los procesos legales incluso hasta que prescriban, es decir, protegiendo a sus clientelas.
Así se ha permitido gobernar de la peor manera a Colombia, manteniéndola en el subdesarrollo, el desempleo, la pobreza, la corrupción y la violencia, y ganar y ganar elecciones porque, sin escrúpulos, las ganan a partir del asalto al Estado, haciendo de este un país en el que la corrupción no es un problema de ovejas descarriadas sino sistémico, es decir, en grandes proporciones, de asociaciones de políticos y particulares creadas con ese fin.