Bernardo Arévalo juró en los primeros minutos del lunes como presidente de Guatemala, en una jornada marcada por protestas ciudadanas ante el retraso del cambio de mando y que pone fin a varios meses de tensiones y acciones de la Fiscalía para retirarle la inmunidad en lo que muchos vieron un intento de evitar que asumiera el poder.
“En este día trascendental, avanzamos por el camino que muchos hemos labrado con el esfuerzo”, arrancó su primer discurso como presidente. El cambio de mando, defendió Arévalo, evidencia que la democracia de Guatemala “tiene la fortaleza suficiente para resistir” y que se puede “transformar el panorama político” del país.
El nuevo presidente agradeció a las “naciones hermanas” y organizaciones que le acompañaron en el proceso. “Su apoyo ha sido fundamental”, recalcó, para la defensa de las instituciones democráticas guatemaltecas.
Arévalo, de 65 años, doctor en Sociología y con carrera diplomática, es hijo del expresidente Juan José Arévalo. Mencionó en sus primeras palabras tras la investidura que “este honor es el fruto de la confianza esperanzada que los guatemaltecos han depositado en nuestro proyecto” y “un compromiso que asumimos con humildad y determinación, conscientes de la responsabilidad”.
Al grito de “sí se pudo” del público, Arévalo —que ganó las elecciones en agosto pasado con un respaldo popular de más del 60%— tomó posesión del cargo tras un significativo retraso por la dilación del Congreso saliente con las nuevas autoridades, como nunca había ocurrido hasta ahora en el país.
Dijo que es gracias “a los jóvenes de Guatemala que no perdieron la esperanza que hoy puedo hablarle desde este podio” y gracias “a las familias que confiaron” y “al liderazgo ancestral”, subrayando que es “consciente de las deudas históricas que debemos resolver” ante los pueblos indígenas.
En su primera acción, el presidente Arévalo visitó el plantón de protesta que durante más de tres meses autoridades y pueblos indígenas realizaron frente a la fiscalía pidiendo la renuncia de la fiscal general.
Uno a uno, los líderes activistas explicaron las condiciones de pobreza y exclusión en que viven y exigieron mejoras en sus comunidades.
Arévalo ha dicho que pedir la renuncia de Consuelo Porras, la fiscal general, será una de sus prioridades. Porras, sancionada por Estados Unidos por socavar la democracia en el país centroamericano, lideraba una arremetida a la elección de Arévalo.
La sesión solemne, en la que también asumió la vicepresidenta Karin Herrera, debía celebrarse “a más tardar a las 16.00” del 14 de enero, según la Constitución guatemalteca, pero cuatro horas después los nuevos diputados apenas juraban su cargo.
Arévalo finalmente llegó al teatro donde se realizó la investidura a las 20.00 y asumió el cargo de presidente pasada la medianoche, ya siendo 15 de enero, acompañado de varios jefes de Estado y de gobierno como Gustavo Petro de Colombia, Xiomara Castro de Honduras o Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores.
Acudieron a Guatemala para la investidura más de 60 delegaciones internacionales.
El presidente saliente, Alejandro Giammattei, estuvo ausente en la ceremonia y anunció poco antes que entregaba las “insignias del mando presidencial” —banda, botón y collar— al Congreso ante el riesgo de que se hiciera demasiado tarde y para que constara que quedaba “separado del cargo de presidente” antes del 15 de enero.
En un mensaje en X, antes Twitter, adjuntó el documento con su firma y dirigido a los diputados del Congreso.
Dada la dilación del Congreso saliente y la suspensión de su sesión, el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, leyó a media tarde ante la prensa un pronunciamiento conjunto de jefes de Estado, cancilleres y altos funcionarios de otros gobiernos que acudieron a la investidura en el que hacía un llamado al Legislativo “a cumplir con su mandato constitucional de entregar el poder” a Arévalo.