“Paris bien vale una misa”, exclamó Enrique IV, para justificar cínicamente su conversión al catolicismo y poder ceñirse la corona de Francia. Y para cínicos desvergonzados, el candidato del Pacto Histórico, para quien la presidencia bien vale una promesa o mil promesas, o cualquier alianza con tránsfugas y delincuentes, ¡qué más da!
“Paris bien vale una misa”, exclamó Enrique IV, para justificar cínicamente su conversión al catolicismo y poder ceñirse la corona de Francia. Y para cínicos desvergonzados, el candidato del Pacto Histórico, para quien la presidencia bien vale una promesa o mil promesas, o cualquier alianza con tránsfugas y delincuentes, ¡qué más da!
Y así, de promesa en promesa, anda comprando votos al debe, firmando compromisos, tan solo papeles sin valor, aunque el cinismo alcance para apostillar en notaría, a sabiendas de que cumplirá lo que le conviene y quedará en deuda con quienes creyeron en promesas mentirosas.
Dónde les firmo y les prometo “perdón social” a narcotraficantes y asesinos a cambio de votos conseguidos bajo el “argumento” de las armas y, sobre todo, a cambio de dinero a raudales, promesa que, seguramente, sí cumpliría, como hizo Chávez, su mentor, porque “la platica” por bolsadas no sobra y porque con las mafias no se juega.
Dónde firmo y el 8 de agosto reinician negociaciones con el ELN, y con las disidencias si quieren, para entregarle a esos narcoterroristas otro retazo de democracia, a cambio de más votos “libres” de Cauca, Nariño, Arauca y Catatumbo; votos manchados de indignidad y de sangre; y si hay que firmar más acuerdos para “una paz estable y duradera”, pues se firman.
Dónde le firmo a FECODE y tendrán la certeza de que los maestros nunca serán evaluados y se imprimirán billetes -papeles- por montones para educación pública gratuita, sin importar que sus estudiantes se rajen frente a estándares internacionales y ni siquiera entiendan lo que leen. ¡Ah! y habrá preescolar gratuito y universal durante tres años, la promesa de quien iba a construir 1.000 jardines infantiles en Bogotá y no construyó ninguno.
Dónde les firmo a los ambientalistas extremos por sus votos, y el 8 de agosto se suspenderá la exploración petrolera y se ahogará con impuestos la minería, porque la transición energética se hará en cuatro años y ya no necesitaremos los dólares de la renta petrolera, pues en los mismos cuatro años Colombia se industrializará y producirá todos sus alimentos; para lo cual se “democratizará” la tierra, empezando por la del expresidente Uribe -esa no es promesa, es amenaza-. Esa firma en blanco será quizás la más costosa en la historia de Colombia y nos devolverá a niveles de desarrollo del siglo pasado.
Y la más reciente. Para hacerse a los votos de los animalistas extremos con representación en el Congreso, Petro firmó más compromisos para garantizar la “protección de los animales no humanos y la defensa de sus intereses”, y eso incluye la prohibición de toda actividad cultural que utilice animales, sin pausa ni transición, y sin importar lo que les suceda a los humanos que viven de ellas.
Estos animalistas extremos, que consideran “genocidio” el sacrificio de animales para la alimentación humana, pretenden prohibir también las exportaciones de animales en pie, en contravía de la legislación sanitaria internacional que las permite, de los tratados comerciales suscritos por Colombia y del derecho a la libre empresa, algo en que no ayuda nuestra increíble Corte Constitucional, que favorece el aborto y el suicidio asistido de humanos, mientras protege la vida y los derechos ¡de un pescado!
El animalismo extremo pretende acabar con la ganadería, sin importar su importancia para la seguridad alimentaria del mundo y desconociendo, como anunció la FAO hace unos años, que más de la mitad de los pobres rurales del mundo subsiste gracias a la ganadería.
Pero nada de eso importa cuando “un voto bien vale una promesa autenticada”. ¿Dónde firmo?
@jflafaurie