Por: Juan Carlos Ortiz Díaz
Consultor en Seguridad y Gerente Regional Seguridad Diez BGA
@seguridaddiez.bga / @juancarlosortiz.diaz
Después de más de 583 días del inicio del gobierno de Gustavo Petro, más de un colombiano a podido notar el cambio en diversos aspectos de la vida cotidiana. Claro, como no notarlo, si por más esfuerzos del equipo de comunicaciones de la casa de Nariño por resaltar los presuntos grandes logros de este mandato, no se hace necesaria una gran medición estadística o de opinión pública, que le muestre a los ciudadanos que el cambio es evidente en temas tan sencillos como el costo de los productos de la canasta familiar, o el combustible, o el transporte, entre muchos otros; aclarando que dicho cambio no ha sido para bien y mucho menos acorde a lo prometido por este gobierno en la campaña de “vivir sabroso…”
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Pero en medio de todos los nefastos sucesos que han acompañado el escabroso desarrollo de este mandato presidencial, se vislumbra uno más delicado y que nos atañe a todos, la seguridad, ¿qué está pasando?, ¿cuál es el fin de no actuar ante una de las problemáticas más delicadas que ha vivido el país luego de los logros contundentes de políticas firmes como la seguridad democrática?, ¿qué más debe ocurrir para que este gobierno defienda a los ciudadanos de bien y apoye a las administraciones de las ciudades, municipios y departamentos, para retomar las riendas de la tranquilidad y derribar la anarquía delincuencial que está tomando fuerza nuevamente en el país?.
Es inaceptable que, por ejemplo, el último reporte de la oficina del alto comisionado de las Naciones Unidas manifieste que la radiografía de dicho estamento para los Derechos Humanos en Colombia evidenció que el conflicto se ha recrudecido en más de 200 municipios, pese a los diálogos con los grupos armados ilegales. Es decir, nos encontramos en una real crisis, en la cual está ganando campo la delincuencia y hemos retrocedido a flagelos de las épocas más violentas de nuestra historia, en donde muchas áreas del país nuevamente se han convertido en territorio de nadie, sin Dios y sin ley.
No paran las masacres, más exactamente ocurrieron 84 en el año 2023, sumando 303 víctimas, afectando a 206 municipios; es decir, aproximadamente un 20% del total a nivel nacional. Es en realidad frustrante ver que nuevamente regresaron las épocas del reclutamiento de menores y la violencia implacable, de los cuales se habla de más de 134 casos documentados para el año anterior, sumado a que prácticas tan deplorables como el secuestro y las desapasiones volvieron a ocurrir en el acontecer de nuestro país, reiterando con esto un cambio nada positivo en aspectos sumamente delicados para la seguridad nacional.
Por ende, hablar de debacle es poco si sumamos a lo anterior los índices de delincuencia en la capital del país y las principales ciudades, en donde el sicariato la delincuencia común y las bandas criminales, se han convertido en un fenómeno que agudiza aún más la realidad de la seguridad del país, ya los ciudadanos de bien no pueden disfrutar de una buena cena, pues no saben si el postre va a ser una balacera, o que le roben sus pertenencias; o lo peor, le arrebaten la vida. Definitivamente es muy diciente lo manifestado por el Senador Jota Pe Hernández esta semana; al Ministro de Defensa le quedó grande la Seguridad Nacional, pero si lo miramos más a fondo, la realidad es que a este gobierno se le está saliendo este tema de las manos, por ende, confiamos en los nuevos dirigentes, en aquellos que realmente quieren respaldar a las autoridades, para que su gestión se pueda desarrollar de manera eficaz en pro de la ciudadanía y de la mano con estrategias y políticas firmes que busquen derrocar a tanto bandido que solo espera causar daño a ese colombiano “berraco”, que madruga, que crea empresa, que vela por su familia y por construir país.
Es un tiempo propicio para desarrollar ideas disruptivas en torno a las estrategias de control y prevención, no podemos seguir debatiendo sobre el limitado alcance de la fuerza pública para poder contrarrestar el accionar delincuencial; existen diversas alternativas que pueden fortalecer la efectividad y los resultados, uniendo el componente público con el privado, con algo fundamental, una férrea voluntad. Estaremos hablando de esto próximamente, porque debemos pensar en algo de manera radical, y es lo siguiente; o nos unimos de forma determinada para crear territorios seguros y salvaguardar el país o la tan anhelada paz solo será una utopía bien registrada en nefastos acuerdos de los gobiernos de turno.