Por si fuera poco, intente usted comprar tiquete para un vuelo internacional y, al tratar de pagarlo, se encontrará con una mayor tarifa y un “lo toma o lo deja”. Hace poco leí una noticia sobre un pasajero frecuente quejándose por la incomodidad absurda de las sillas, en un viaje de seis horas en el que su lealtad no mereció un tinto. La respuesta de la empresa fue viral; algo como: gracias a tu incomodidad más personas pueden viajar, porque “el cielo es de todos”, y yo añadiría que, gracias a tu incomodidad…, “tendremos mayores utilidades”.
Las quejas abundan; el 30 de octubre los pasajeros de un vuelo a Londres quedaron varados 24 horas en Bogotá; días después corrieron la misma suerte 200 pasajeros en Nueva York; mientras se utilizan maniobras para no indemnizar los perjuicios. Lo último fue escandaloso y parece retratar a la nueva avianca; una funcionaria le respondió a un cliente inconforme, que “solo lo podría ayudar si fuera mi papá o alguien importante”.
Los comunicados de la empresa tienen respuesta para todo, en tanto que su publicidad la promociona como la aerolínea que conecta a las regiones, pero se fue de Florencia, Corozal, Manizales, Popayán, Tumaco y del Olaya Herrera en Medellín
Avianca, que seguimos sintiendo colombiana, aunque hoy esté controlada por un fondo de inversión británico, está sometida a las normas nacionales, y entonces me pregunto: ¿dónde está la Superintendencia?
Hoy avianca sigue siendo una empresa grande, pero dejó de ser una “gran empresa”, la que despertaba nuestro orgullo, porque “la grandeza” no se mide en dólares ni en aviones, sino en una ética corporativa de servicio, la de esa “Avianca con mayúscula” que se fue y esperamos regrese.
@jflafaurie