Por: José Félix Lafaurie Rivera
Especial para Periódico Hoy es Viernes.
¿Si a usted le piden opinar con un arma en su espalda, qué opinión dará?: la suya o la de quien lo intimida.
Para el ELN, la participación de la sociedad es medular en las negociaciones y, por ello, en la ronda de Cuba avanzaremos en protocolos de participación de las comunidades en los territorios, para que las decisiones de la Mesa respondan a necesidades sentidas. Sin embargo, es claro que el problema no es procedimental, sino de la posibilidad real de participar en el entorno de dominación que viven algunas comunidades.
Por ello vale la pena desentrañar el entorno de esas comunidades dominadas por el ELN, a partir de su historia y su accionar en el país.
El ELN fue el último grupo subversivo de la generación de los sesenta, cuando el comunismo internacional creyó que podría replicar en América Latina la revolución cubana y los gobiernos caerían en serie como fichas de dominó. Nació en Santander a mediados de 1964 y fue siempre el segundo en número de efectivos y capacidad de daño, por lo que, con la desmovilización de las Farc, heredó parte de la hegemonía del terror.
Lo caracteriza su mayor dogmatismo revolucionario, con un alto componente religioso en sus orígenes, aportado por los curas guerrilleros españoles, seguidores de la “Teoría de la liberación”, José Antonio Jiménez, Domingo Laín y Manuel Pérez, quien llegó a ser su comandante, y por el colombiano Camilo Torres, convertido en mito.
Se estima que hoy puede tener 5.000 efectivos, entre combatientes y milicianos en Colombia y también en Venezuela, retaguardia de sus actos terroristas en dos de sus principales zonas de influencia: El Catatumbo en Norte de Santander, y Arauca, donde sus principales actividades han sido la destrucción de la infraestructura petrolera desde siempre y, más recientemente, el narcotráfico y el control del contrabando fronterizo.
En Nariño, otro de sus enclaves, ha ejercido en el oleoducto Transandino su “especialidad” destructora, en tanto que en Chocó controla la minería ilegal con grave impacto ambiental. En Cauca, la especialidad es la agitación violenta de los indígenas en su anacrónica lucha por “la liberación de la madre tierra”, que, según ellos, les pertenece toda desde antes de llegar Belalcázar por esos lares en el siglo XVI.
Además de esas especialidades regionales, en todas sus zonas de influencia –léase “de dominación”– el narcotráfico es factor común, como lo es para todos los grupos ilegales, sumado a la extorsión y el secuestro, no solo para consolidar ingresos y ejercer “control territorial”, necesario para proteger sus rentas ilícitas, sino para algo más importante, su objetivo central: la dominación económica, social, cultural y política de esas poblaciones.
Allí, donde el Estado es precario, ellos pretenden suplantar al Estado; ellos gobiernan a los gobernantes locales bajo una modalidad de corrupción forzada –“recibes o mueres”–; ellos contratan, ellos nombran. Allí, donde la ley es ausencia, ellos son la ley y son también la justicia; dirimen querellas, castigan y perdonan a su arbitrio. Allí, donde educar es hazaña, ellos ideologizan, abrazan niños y los dejan acariciar sus fusiles y sus odios. Allí, donde la mata de coca es poder político, ellos deciden por qué, cuándo, cómo y contra quién protestar. Allí son ellos, que no el ciudadano en su libre albedrío, quienes deciden por quién votar.
Podemos desarrollar protocolos, pero… ¿es posible participar libremente en ese entorno de dominación? La verdadera participación exige desconectar previamente a las comunidades de esos factores de dominación, lo cual solo se puede lograr con el cese de hostilidades, regional y controlado. Si no es así, quien participa es el mismo ELN en cuerpo ajeno.
@jflafaurie