Hay quienes dicen que renunciar a tiempo es un arte, algo complejo que puede reflejar la sabiduría de una persona. Hacerlo implica dejar de lado el ego y los privilegios que da ostentar algún cargo. Debe ser difícil tomar la decisión cuando se ocupa una posición de poder en el mundo.
Y Benedicto XVI, o Joseph Ratzinger como se llamó hasta la tarde romana del 19 de abril de 2005, renunció en 2013 a ser el máximo jerarca de la Iglesia Católica, uno de los cargos más prestigiosos del mundo. Era uno de los hombres que más poder tenía en la tierra.
Es cierto que lo hizo en medio de un inminente escándalo por pederastia, como se conoce a los abusos por parte de sacerdotes a niños que asistían a sus parroquias, pero el hecho de que renunciara envió un mensaje potente de humildad, virtud que hasta ese momento la mayoría del mundo no le adjudicaba.
También es cierto que, en alguna ocasión dijo que no se sentía capaz de lidiar con los cambios que el mundo le exigía al catolicismo, como dejar su postura radical frente a la homosexualidad. Por eso renunció, y el 28 de febrero de 2013 se montó en un avión y desapareció de la vista de la opinión pública.
Se convirtió en el primer Papa Emérito, como se le empieza a llamar al prelado después de que decide renunciar, de la contemporaneidad. El anterior pontífice que había tomado esa decisión fue Gregorio XII en 1415. 598 años después, Ratzinger, Benedicto XVI, emuló esa decisión.
Desde que salió del vaticano su vida se convirtió en un enigma. Que Benedicto está que se muere, que demás que ya falleció y la iglesia lo está ocultado, se escuchaba cuando se pronunciaba su nombre. Pero al final se lo mostró con vida en varias oportunidades en los medios oficiales del Vaticano en los últimos años. El papa que renunció no se había muerto.
Pero este miércoles el mundo se despertó con la noticia de que el estado de salud de Benedicto XVI, o Ratzinger, se había deteriorado y que al parecer, más temprano que tarde, el papa que renunció, partirá de este mundo.
Pero, ¿Quién es Joseph Ratzinger, el hombre que se convirtió en el papa número 265 de la historia de la Iglesia Católica?
Un joven Bávaro, ¿y Nazi?
Nació el 26 de abril de 1927 en Baviera, al sur de Alemania. Fue el segundo hijo de Jospeh Ratzinger y María Rieger. Creció moviéndose por varios lugares de Baviera, hasta que en 1932 su familia se mudó a Aschau am Inn, el municipio en el que nació. Terminó la escuela en la década del 30, cuando el nacionalsocialismo alemán y sus ideas se estaba consolidando como las predominantes en el país teutón.
Después ingresó al seminario menor de San Miguel en Traunstein. Las directivas del lugar se mantuvieron alejadas del nazismo hasta 1939, cuando ya no pudieron soportar más la presión del gobierno alemán de Hitler. En ese momento Ratzinger tenía 14 años. Cuando cumplió 16 lo llamaron para formar parte de las juventudes hitlerianas.
Sin embargo, según un artículo escrito por el periodista español Juan González Bedoya, Ratzinger nunca portó el uniforme de la juventudes hitlerianas, porque en 1943 el grupo que se había armado en su ciudad se disolvió por ser tan pequeño.
No se sabe a ciencia cierta qué hizo hasta 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, lo que sí está claro es que estudió Teología Católica y Filosofía en Frisinga y en la Universidad de Münich. Siempre tuvo fama de ser un tipo estudioso. En ese periodo se empezó a formar una de las mentes más brillantes del catolicismo durante el Siglo XX. En 1951 fue ordenado sacerdote.
Un catedrático prestigioso
Dicen en el documental “Benedicto XVI, el Papa Emérito”, que sus clases de teología eran muy buenas. Que los alumnos llenaban los salones en los que impartía cátedra. Que era uno de los más prestigiosos académicos que tuvo el catolicismo en su momento.
Pero también dicen, contrario a lo que la mayoría de personas piensan, que era un teólogo progresista, que quería que la iglesia se adaptara a lo que el Mundo le exigía en la mitad del Siglo XX. Que si bien era continuista y defensor de las tradiciones católicas, no era conservador.
Por eso fue que el Cardenal Josef Frings lo llamó para que fuera su asesor en teología durante el Concilio Vaticano II, que se celebró entre 1962 y 1965, y que tuvo como objetivo restablecer la relación de la Iglesia Católica con el mundo. Estuvo ahí. Hizo parte de ese proceso. Su nombre empezó a tomar fuerza en Roma.
Sacerdote, arzobispo, cardenal
Se dividió entre las actividades intelectuales y las sacerdotales entre 1951 y 1977. En ese tiempo se formó la fama de hombre duro que lo acompaña hasta hoy y marcó su pontificado. Ratzinger fue designado como Arzobispo de Munich el 24 de marzo de 1977. El 27 de junio de ese mismo año Pablo XVI lo nombró cardenal de la Iglesia Católica.
En esa posición participó en tres cónclaves. El que hubo en agosto de 1978 en el que fue elegido Juan Pablo I, el que hubo en octubre de ese año y en el que designaron a Juan Pablo II Papa, y en el de 2005, al que llegó casi que como el sucesor cantado del que para muchos ha sido el papa más querido de la historia y del que salió convertido en Benedicto XVI.
Otras facetas de su vida
Ratzinger fue elegido como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1981. Fue designado por Juan Pablo II. Desde esa posición se encargó de definir y defender los valores fundamentales del catolicismo. Eso también fue lo que le generó fama de conservador, de hombre fuerte, mala clase.
Pero dicen que era sencillo, ensimismado, callado, buen lector, humilde a los designios divinos, con la obediencia suficiente que deben tener los grandes sacerdotes, pero con la autoridad intelectual que debe tener uno que debía decidir qué era bueno y malo para la iglesia.
Dicen que en su tiempo de esplendor hablaba diez idiomas, de los que dominaba casi que a la perfección seis: alemán, italiano, francés, latín, Inglés y Español. También que es un buen pianista, que le gusta mucho la comida alemana y que es fanático de la música clásica. De su vida privada nunca se supo mucho. Solo se lo empezó a reconocer cuando dejó de ser Ratzinger y se convirtió en Benedicto XVI.
Después, todo entorno a su vida volvió a ser un enigma. Dicen que desde que se retiró dedicó su vida a la lectura y a hacer ejercicios de oración que le permitieran prepararse para su próximo paso. El definitivo encuentro con Dios.
El hombre que tuvo el valor de renunciar y preparase para “el camino al retorno al padre” en la tranquilidad de las oraciones, alejado de los escándalos y el ruido del Mundo.